Tengo prisa por hablaros sobre algo que me preocupa: los gatos.
A mí, cuando veo uno, se me ponen los pelos de punta. Suelo ladrar muy grave, para asustarlos, porque son tan raros... Además, Vaco, mi hermano de Cantabria, me contó algo. Él tuvo una prima gata y vivió con ella.
Me dijo que cuando la vio por primera vez, ella se escondía. Se llamaba Bibi. Cuando por fin salió de su escondite, que era la parte de atrás de la taza del váter, se relamió. La vio tan pequeña e indefensa que se imaginó pegándose un festín.
Pero Ana y Mónica la defendían siempre y ella, la cobarde, se metía debajo del sofá. Vaco se volvía loco buscándola y al final ella siempre sacaba sus patitas con uñas afiladas y le raspaba el hocico. Me ha dicho que escuece mucho cuando un gato te araña el morro... Pero encima tu orgullo se cae por los suelos.
Aquí podéis ver sus uñas afiladas |
Por si no fuera poco ver cómo todos los mimos iban para Bibi, se apropió sus juguetes.
Bibi con la pelota de Vaco |
Finalmente Vaco, el pobrecito, se dio por vencido. Y pasó de ser cazador...
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